jueves, 23 de abril de 2009

mujeres de barcelona


Seguro que lo han visto millones de veces en películas yankees o series de televisión: cuatro freaks adolescentes que se juntan en el garaje de los padres para ensayar con su banda mientras sueñan con tocar en la fiesta de graduación del instituto. Pues bien, ésa fue la imagen que me vino a la cabeza la primera vez que escuché a Mujeres. Quizás por su amateurismo, su frescura y un sonido grasiento que respira autenticidad por los cuatro costados. Quizás porque no era la primera vez que escuchaba algo así; o, quizás (seguro), porque tendría que dejar de ver películas de institutos. Sea como sea, estos barceloneses se han hecho su hueco en la escena de la ciudad gracias al boca-oreja y a ese magnífico medio de difusión que es Myspace, con el que han conseguido llamar la atención del público más inquieto –de dentro y fuera de nuestras fronteras– sin todavía haber editado ninguna referencia. Tan sólo cuentan con una maqueta, Demo’08, de la que pudimos disfrutar en Cruz y Conejo y que, al parecer, ya está agotada.

Sus directos son pura energía que nos hace bailar, saltar, gritar y perder los papeles. Es imposible acudir a uno de sus shows y que la cerveza y el sudor no se apoderen de todo para acabar en una enorme fiesta. Y aunque sea imposible que no nos recuerden a Black Lips y a algunos clásicos, saben defender sus señas de identidad reivindicando a Ricky Nelson y a Jonathan Richman y su Vampiresa mujer.

Así que ya lo saben, si quieren pasar un buen rato y disfrutar de la música, apunten sus próximas fechas:

8 de mayo - Wurlitzer Ballroom (Madrid)
17 de mayo - Sala Apolo (Barcelona)
23 de mayo - Primavera Sound (Barcelona)
31 de mayo - Europavox Festival (Clermont-Ferrand)

Nosotros esperamos en candeletas su debut (tiene que ser sí o sí en vinilo) mientras bailamos encima de las mesas.

Vive le rock!

lunes, 13 de abril de 2009

Historia de un incendio

Hace ya más de un siglo y medio que Karl Marx y Friedrich Engels escribieron el Manifiesto Comunista, cuya primera frase, «un fantasma recorre Europa, el fantasma del comunismo», se fue materializando en los años siguientes hasta convertirse en la verificación de una realidad: la del impulso decidido del movimiento obrero revolucionario por destruir el nuevo régimen surgido de la Revolución Francesa, por hacer añicos el mundo burgués. Ese fantasma recorrió efectivamente Europa durante décadas, obligando a la burguesía a mostrar su verdadera cara, a desplegar toda su sangrienta maquinaria para devolverlo a las catacumbas de las que salió. Allí descansa esperando el momento en que pueda ser de nuevo conjurado.

Casi al mismo tiempo surgía otro movimiento, el romanticismo, que también trataba de socavar las bases de ese nuevo mundo, si bien su punto de arranque era otro distinto, el del arte. Pero su visión del arte implicaba una nueva concepción del mismo y de sus relaciones con la vida, tratando de emanciparse de su reducción a mercancía de consumo de la naciente burguesía. El romanticismo puede ser considerado con justicia la primera vanguardia artística. En la vida de sus grandes animadores, más incluso que en sus obras, encontramos las notas que animaron una sinfonía que ensordeció el mundo, la del arte revolucionario. La crítica del positivismo y de la razón utilitaria, la insumisión a las formas de vida burguesa y la búsqueda incansable de un reencantamiento del mundo están en la base de la mayoría de las vanguardias del siglo XX, que se esforzarán por desarrollar en toda su plenitud ese potencial, especialmente en el período de entreguerras.

Socialismo y arte revolucionarios inician pues un camino común, pero ese camino está lleno de bifurcaciones, de senderos que no llevan a ningún sitio, de atajos que en vez de acortar distancias las alargan hasta el infinito. Es ésta una relación compleja, problemática, llena de malentendidos, de desconfianzas mutuas, de oportunidades perdidas y, finalmente, de derrotas. Pero cuando ambos caminos se cruzan, formando una encrucijada, todas las posibilidades se abren de pronto, y un fogonazo hace temblar el mundo y
 el fuego ilumina la noche con una claridad que deslumbra. Así sucedió durante la Comuna de París. Cuando anarquistas y socialistas se encontraron, codo a codo en las barricadas, con pintores y poetas, unos y otros comprendieron que ya nada volvería a ser igual. Nada volvió a ser igual para Courbet después de participar en la demolición de la Columna Vendôme. Nada volvió a ser igual para el joven Rimbaud. Nada podíavolver a ser igual para la poesía. Ninguna revolución puede ya concebirse sin poetas, mas no para cantar sus alabanzas, sino para participar activamente en la demolición de todas las columnas, de todos los muros.

«Transformar el mundo» (Marx) y «cambiar la vida» (Rimbaud). Cuando estas dos máximas se funden, cuando aquella dimensión materialista y socialista y aquella otra fundamentalmente romántica y poética de la vida alcanzan una efectiva relación deafinidad electiva, se abre una ventana a la utopía que nos muestra que todo es posible. Así lo entendieron los surrealistas y a ello consagraron todas sus fuerzas. Así ha sucedido en breves (pero radicalmente intensos) períodos históricos. ¿Y por qué no ha de ser posible aún hoy?

El rastreo de las impresiones que esa ventana abierta al infinito de lo posible ha dejado en la historia es la pretensión de Historia de un incendio. No es éste un libro más sobre las vanguardias artísticas, pues lejos de toda falsa objetividad académica y de todo intelectualismo autocastrante, hallamos en él una mirada cómplice, apasionada y lúcida, que indaga en el pasado pensando en el presente. A través de sus páginas asistimos a vertiginosos saltos en el tiempo y en el espacio que nos trasladan de la Comuna de París al mayo setentayochista, del París de los surrealistas a la Inglaterra de los Sex Pistols, todo ello sin provocar el vértigo de lector, porque, como pocos libros hacen, aquí se le concede al lector la dignidad que le ha sido arrebatada, la de interlocutor, la de sujeto activo. Así pues, esta historia no es una historia, sino muchas historias unidas por un hilo invisible, por una mirada dialéctica al pasado que hace efectiva la fórmula benjaminiana de dar «un salto de tigre hacia el pasado», salto que permite que el pasado ilumine, aunque sea fugazmente, este presente oscuro.

Historia de un incendio no es, por tanto, una guía de movimientos artísticos o un manual de historia; es una invitación a descubrir esa «dialéctica de la ebriedad» que nos habla de la posibilidad de una vida radicalmente distinta a la que nos obligan a llevar, es un arma cargada, presta a ser utilizada. De modo que nadie busque aquí arquelogía, de lo que se habla es de revolución y de utopía y éstas siguen vivas, aunque las hayan querido enterrar. Entre sus páginas quizás podamos encontrar alguna de las claves que nos permitan completar la fórmula mistérica que, cual Golem, haga revivir a los viejos fantasmas, dotándoles de savia nueva, para volver a agitar el miedo de la burguesía.


Maese Huvi sobre el libro HISTORIA DE UN INCENDIO. Escrito por Servando Rocha y editado por LA FELGUERA en el 2006.