jueves, 7 de mayo de 2009

Andrés



Ellos tienen a Essien; nosotros, a Iniesta. Ellos son una roca; nosotros de cristal. Ellos la meten desde 35 metros; nosotros desde 25. Ellos van de azul; nosotros ganamos hasta de amarillo. Ellos son británicos y, dicen, inventaron el fútbol; nosotros, catalanes y lo hemos convertido en la mejor obra de arte del mundo. Ellos van atrás, muy atrás, en su Liga; nosotros, casi la hemos ganado. Ellos son el Chelsea; nosotros, el Barça. Ellos no ganarán nada; nosotros aspiramos a todo. Ellos empezaron ganando; nosotros terminamos cantando el alirón. Ellos la metieron por la escuadra en el 9; nosotros, en el 93. Ellos creían que lo tenían ganado; nosotros, perdido. Ellos lloraron; nosotros reímos. Ellos no irán a Roma; nosotros nacimos en Roma.

Fue un partido de fe. Fue un encuentro que premió al mejor, al que más jugó, al único que buscó la victoria en los 190 minutos que duró la eliminatoria. Fue un partido que corona la final que todo el mundo buscaba, deseaba, soñaba. La final que se merece el fútbol, la final que convierte el fútbol en un deporte digno de ser, sí, el rey de los deportes.

Solo el fútbol puede ofrecer un partido así. Solo el fútbol es capaz de coronar a quien se lo merece en el último minuto, en el minuto del más allá. Solo el fútbol puede amar con tanta intensidad al que acaricia este juego. Solo el fútbol puede dejar tirado en el campo, desconsolado, sin premio, a quien especuló con un deporte que, de vez en cuando, recompensa a los que se dejan la piel en el campo. E insisten, insisten, insisten, hasta meterla por la escuadra.

Tuvo que ser Iniesta, cómo no. Tuvo que ser él, el Messi de Fuentealbilla. Tuvo que ser ese muchachito criado, amamantado, acariciado, crecido en La Masia. Tuvo que ser él. Pudo haber sido cualquier otro y la recompensa habría sido idéntica. Pero fue Andresito, fue ese muchacho cuyo crecimiento parece congelado en el tiempo. Fue el chico de la vocecita el que metió el gol por la escuadra. O casi. ¡Qué más da! Fue el gol que lleva a los azulgranas hasta Roma. Y allí, que decidan los dioses.

Emilio Pérez de Rozas en El Periódico de Catalunya

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