martes, 16 de septiembre de 2008

el momento de hacer

Sentado frente al ordenador desperdicias las horas, pasan los días y todo sigue igual. Te levantas pronto y, en el mejor de los casos, con resaca. Te miras en el espejo y descubres que tus años dorados de adolescencia pasaron, ahora ya estás integrado en la sociedad, ahora ya eres UNO MÁS. Sales a la calle y sabes que pronto no verás ni el Sol; en la estación del metro todos leen esa basura gratuita con caras que se confunden unas con otras. Pisotones y algún que otro codazo te acompañan hasta volver a la superficie donde te espera más basura gratuita. A partir de entonces empieza un páramo de no existir que, el mejor de los casos, dura ocho horas. Esperar a que sean las 19.00 para sentir un ligero alivio. Ver como la comida recalentada en tupperwares hace que todo sepa igual, a plástico. Llegar a casa de noche, comprar, cocinar, limpiar… desde luego, ésta no es la vida que soñabas con 15 años. Está claro que algo va mal, es algo que sabes desde hace mucho pero no eres capaz de decir, de gritar. cruzyconejo sabe que no estamos solos y por eso ha llegado el momento de reivindicar, de luchar, de expresar, de reventar… como cantan Grande-Marlaska, ha llegado EL MOMENTO DE HACER.

2 comentarios:

Raúl Campuzano dijo...

Llegados a este punto, sólo queda decir una cosa, a la carga contra la rutina, al hacer por la pasta, a los tuper de mierda… pero cuidado siempre hay un ojo que vigila.
Las sombras proyectadas pueden ser largar, pero quien las crean son pequeños seres por seguir viviendo en la dignidad del ser humano.

giugiu dijo...

Ciertas noches al dormir me pongo a leer.
Y tal vez necesito instantes de silencio.
Varias veces contigo sabiendo que te quiero
me enfado inùtilmente sin verdadera razòn.
De manana en la calle el tràfico loco me agota.
Me enervan los semàforos y los stops.
Por la tarde vuelvo a casa con un malestar especial.
No sirven tranquilizantes o terapias. Se quiere otra vida.
El divàn es còmodo, los mandos en la mano.
Cuentos de bajos fondos
dan las dos y los chicos lloran.
Por la via la cuarta linea del metro que avanza.
Los coches aparcados en triple fila.
Por la tarde retorno con desgana y aburrimiento.
No sirven excitantes ni ideologìas. Se quiere otra vida.

franco battiato