lunes, 16 de agosto de 2010

CALCIFICACION

El miedo nos lleva automáticamente a las calcificaciones varias que sufren los homo sapiens sapiens de nuestros tiempos (y de los pasados, sin duda; pero eso ahora no nos concierne). ¿Qué hace un animal cuando tiene mucho miedo? Se petrifica, se paraliza, se queda inmóvil esperando el desarrollo de los acontecimientos. La Gran Muerte y las Pequeñas Muertes (léase, pérdidas) nos acechan cada segundo de nuestra existencia, y aunque hayamos aprendido con mucho talento a ignorar este hecho, su presencia late en nuestro subconsciente incitándonos a protegernos de él.


Cuando el dolor nos atenaza, ya sea físico o psíquico, nuestro cuerpo y nuestra alma se tensan; creemos que podemos protegernos del dolor haciéndole frente con la rigidez de nuestros músculos y nuestro espíritu, pero ignoramos que así nos dolerá aún más. Tras años y años de tensión corporal y espiritual, nos calcificamos, y perdemos toda flexibilidad ante la vida.


Nunca deja de sorprenderme que los padres y demás educadores aún no se hayan percatado de que, una de las cosas más importantes que hay que repetir a los niños, es que la ley de la paradoja rige la vida. Sólo hay que abrir los ojos y mirar a nuestro alrededor; pero muy pocas personas se atreven a abrir bien los ojos, y prefieren vivir su vida con los ojos semiabiertos, y mirarlo todo a través de unas gafas tiznadas de soldador, no vaya a ser que lo que vean les quemen los ojos.


Si el dolor nos amenaza y se nos echa encima, lo mejor que podemos hacer para que nos duela menos, o deje de dolernos, (por ejemplo un parto), es entregarnos conscientemente, en un acto volitivo, al dolor: ‘Me entrego al dolor, soy todo suyo’; automáticamente el cuerpo se relajará, y con él la mente, y navegaremos sobre la ola del dolor como un surfero veterano sobre una ola peligrosa; y, el dolor será perfectamente llevadero.


Si la muerte nos aterroriza, escondernos de ella en la negación y la represión, nos volverá su esclava. Mantener en pie la fortificación Anti-Temor-a-la-Muerte nos costará un esfuerzo gigantesco, nos forzará a estar inmóviles aguantando sus paredes como Harpo mantenía una casa en pie apoyándose en ella, en Una Noche en Casablanca, y nos impedirá fluir y movernos con el vaivén de la vida; tras muchos años de inmovilidad, nos habremos convertido en criaturas calcificadas –reliquias fosilizadas –, a las que cualquier cambio vital resultará intolerable e irrealizable; e inevitablemente, todas nuestras creaciones serán rígidas y enemigas de la vida.


La mejor, y quizás única, manera de liberarnos del atenazante miedo, es tirándonos de cabeza en él; entregándonos a él como a un amante deseado; el monstruo sólo se vence entrando en él, siendo parte de él. La ley de la paradoja. Una sociedad compuesta por seres calcificados sólo creará arte, instituciones, leyes y costumbres calcificadas que asfixian la vida. La muerte en vida. El largo día y la eterna noche de los muertos vivientes.


Laila Escartin en RevistaMU

No hay comentarios: